Mario José Molina, especialista en química atmosférica y ganador del Premio Nobel de Química, murió el 7 de octubre de 2020 de un ataque al corazón. Nacido el 19 de marzo de 1943 en Ciudad de México, pasó breves períodos en Alemania y París, obtuvo un doctorado en química en Berkeley, luego se convirtió en profesor en el Departamento de Ciencias de la Tierra del Instituto Tecnológico de Massachusetts (EE.UU.) y desde 2005 en la Universidad de California, campus de San Diego y en la Scripps Institution. Compartía su trabajo entre México y los Estados Unidos, país del cual se había convertido ciudadano.
En 1974, él y Sherwood Rowland, quien había dirigido su doctorado en Berkeley, descubrieron y publicaron los riesgos de los gases de fluorocarbono (CFC), liberados en la atmósfera por los sistemas de refrigeración industrial, para la capa de ozono. Esta advertencia sólo fue escuchada después de que el agujero en la capa de ozono de la Antártida fuera descubierto desde el espacio en 1985. Esta demostración, que combina teoría y observaciones, dio lugar al Protocolo de Montreal en 1987, adoptado en 1987 por 87 Estados que se comprometieron a prohibir el uso de estos compuestos. También condujo a la concesión del Premio Nobel de Química en 1995 a M. Molina, S. Rowland y Paul Crutzen, quienes más tarde introdujeron el concepto de Antropoceno para destacar la evolución global de la Tierra bajo el efecto de la acción humana.
Mario Molina siempre estuvo atento a su país natal, México, donde fundó el Centro Mario Molina en 2005 para promover la ciencia del clima y la educación sobre el clima, que era una preocupación constante para él. Fue uno de los que conocía bien la aventura de La main à la pâte y cuya amistad nos animó a fundar la Office for Climate Education en 2018. Nos animó a colaborar con su Centro Mexicano en el proyecto CLEAR.
En 2013, recibió la prestigiosa Medalla Presidencial de la Libertad por parte del Presidente Obama y fue miembro del Grupo Presidencial de Asesores en Ciencia y Tecnología. Fue miembro de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos y también de la Academia Pontificia de Ciencias, donde pude trabajar con él extensamente en temas de educación científica. Preocupado por el cambio climático y los principales riesgos para la humanidad, contribuyó al contenido de la encíclica papal Laudato Si' (2015).
Lamentablemente perdemos a un amigo de la OCE, un gran científico y humanista.
Pierre Léna
17 de octubre del 2020